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Margot Matre

AVAROS.

La Tierra Prometida la tenían a la vista, frente a ellos estaba "EL DORADO".

Los hombres del teniente, Fernando Rodrigo, se frotaban los ojos, no podían creer lo que estaban viendo. Ante ellos estaba el tesoro más fascinante que ninguno de ellos pudiera creer que existiera.

Eran una avanzadilla de ocho soldados y un teniente del ejército, buscando un paso seguro para las tropa, el guía había muerto en un accidente, y ahora avanzaban a ciegas por las montañas nevadas, en pleno invierno.

Habían visto una Cueva con una gran entrada, suficiente para cobijar a la tropa restantes, de la tormenta de nieve que estaba cayendo. Al inspeccionar mejor la cueva, descubrieron una galería, con las paredes decoradas con grandes vetas de Oro.

No se lo podían creer, el Oro que allí se veía con seguridad llenaría un tren de mercancías, y 100 más.

Al principio todos fueron abrazos, y efusiones de alegría por el descubrimiento, después decidieron, no decir nada de la Cueva descubierta al resto de las tropas, pensaron que si se sabía lo del Oro, todo se lo quedaría el Estado, y ellos como funcionarios del Estado, no tendrían derecho a nada. Acordaron y juraron todos, uno a uno, que nadie volvería solo a la Cueva, que en un año todos juntos, (pidiendo una licencia al Ejército para asuntos personales), volverían.

Salieron de la Cueva para seguir con la inspección del terreno, al salir se encontraron con otra avanzadilla como la suya, que también buscaban un refugio para las tropas. Los recién llegados se felicitaron por el hallazgo, y avisaron por radio al resto de la Compañía, para darles la situación de la Cueva.

A los descubridores del Oro no le quedó otra que esperar acontecimientos, pero ya entre ellos había cuajado la idea, de que el Oro era de ellos, y de nadie más.

El resto del Ejército se instaló en la entrada de la Cueva, felicitándose por la suerte que habían tenido, (si no hubiera sido por la Cueva lo habrían pasado muy mal, a la intemperie, con la nevada y ventisca que estaba cayendo, y además anocheciendo).

La mayoría de los soldados estaban relajados y alegres, repartidos y sentados por la entrada de la Cueva, de pronto un soldado que venía de dentro de la Cueva, gritaba algo parecido a "Oro", "Oro".

Todo se desató en un segundo, la primera rafaga de disparos acabó con el soldado que venía gritando, "Oro", el resto de rafagas, salieron de todas las armas que allí se encontraban en aquellos momentos.

Fué el caos. Todos disparaban contra todos, la mayoría pensó que eran atacados por enemigos, y repelían el ataque con todas sus armas, inclusive con granadas.

La voz del Capitán gritando alto el fuego, no sirvió de nada, él fué de los primeros en caer. Las armas se vaciaban, se recargaban, y volvían a escupir fuego por sus bocachas.

Poco a poco el fuego de las armas fué cesando, los cargadores se estaban quedando vacios. Había una gran humareda y gritos pidiendo ayuda. Se oyó una voz pidiendo el alto el fuego, era el teniente, Fernando Rodrigo.

Soy el teniente, Fernando Rodrigo: Alto el fuego, alto el fuego. Y repetía: El teniente, Fernando Rodrigo, os pide alto el fuego, alto el fuego.

Por fin las armas cesaron de disparar, todavía hubo que esperar un tiempo para que se despejara el humo en la Cueva. El silencio era atronador, en los oídos de los combatientes seguían resonando con inusitada fuerza, los ecos de los disparos y las granadas.

Posdata: Según el Ejército, todo había sido un error de algún soldado loco, que empezó a disparar sin sentido contra todos. Los demás repelieron el ataque con sus armas, como los Soldados valientes del Ejército que eran, y por eso fueron todos condecorados.

Los supervivientes de la avanzadilla del teniente, Fernando Rodrigo, como acordaron, al cabo de un año se juntaron en la Cueva, para recoger todo el Oro que pudieron cargar en sus mochilas, que fué mucho. Y así lo hicieron año tras año.

Invirtiendo el Oro obtenido, eran cada vez más ricos, igual que sus herederos, todos ellos personas de bien, educadas en buenas Universidades, y con grandes Emporios familiares.

Nadie se volvió a acordar de aquellos valientes Soldados, pobres inocentes, que murieron en la Cueva sin saber porque.

"A lo que parece, el Oro es una buena recompensa, que tapa todas las maldades que se hacen por él".

 

Saludos para todos, de vuestra amiga, Margot.


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