Primero nacemos y luego morimos.
Primero nacemos y luego morimos, todo parece un sin sentido.
Nacemos sufriendo, vivimos sufriendo y morimos sufriendo.
¿De verdad tienen sentido nuestras Vidas?
Si miramos nuestra vida como si fuese la vida de cualquier otro mamifero de los que conviven en la Tierra con nosotros, sin duda todo lo tendríamos clarísimo, nuestra misión sería perpetuar la especie.
Cuantas preocupaciones dejaríamos de tener, si pensásemos todos que nuestra única misión en la Tierra fuese perpetuar la especie y nada más.
Pero las historias que trasmiten los hombres y las mujeres de ahora y que antes las recibieron de sus antepasados, nos dicen que el hombre y la mujer están hechos por un Dios a su imagen y semejanza, por tanto nuestro destino es mucho más elevado que el de cualquier otro ser con el que compartamos nuestras vidas, aquí en nuestra querida Tierra.
Cuando somos viejos y nos dicen que nos vamos a morir, que nos quedan pocos días de vida, son momentos angustiosos y para los que no estamos preparados, sencillamente porque nadie piensa que se vaya a morir tan pronto, porque para morir siempre es pronto.
Los pensamientos se agolpan en nuestra mente a toda velocidad, nuestros pensamientos nos atormentan con cualquier tontería o con cosas importantes, nos enfadamos, nos morimos de miedo, estamos solos/as aunque estemos acompañados/as, y sobre todo no nos creemos que esto nos esté pasando a nosotros/as.
¿Que sentido tienen nuestras Vidas?
¿Que sentido tiene una Vida, la de cualquiera de nosotros?
¿Para qué sirve mi Vida y para qué sirve la tuya?
Creo que a todos nos hubiera gustado que nuestras vidas hubieran servido para algo más que para ayudar a sacar a muestras familias adelante.
Nos hubiera gustado que nuestras vidas hubieran servido para cambiar la Humanidad hacia grandes logros positivos.
Haber traído la paz a este Mundo, haber ayudado más a los que estaban más necesitados que nosotros.
Nos hubiera gustado no haber sentido enfado y por lo tanto enfadarnos.
No haber mentido.
No haber mirado para otro lado para no atender a nuestras responsabilidades.
Nos hubiera gustado ser firmes en nuestras convicciones pero sin ser unos/as prepotentes y sobre todo ser más queridos/as y respetados/as.
En este último tramo de nuestras vidas no hay engaño que valga para salvarnos de la muerte, solo nos queda perdonar y perdonarnos, lanzarnos al vacío con la esperanza de que algo maravilloso acolchará nuestra caída amortiguándola, y pensar que pase lo que nos pase, nosotros/as ya hemos vivido la Vida, cada cual a su manera y que nos quiten lo bailado.
Saludos para todos de vuestra amiga, Margot.
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