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Margot Matre

VIDAS ANÓNIMAS.

    En la cocina de la casa se respiraba tristeza y soledad, el matrimonio mayor estaba sentado y comía en silencio.

 

La edad no perdona, Jaime de 88 años, y su esposa Adela de 84 años vivían solos, él electricista de profesión se perdía en sus recuerdos, mientras que Adela, ama de casa de toda la vida, tenía los recuerdos olvidados, y a duras penas conseguía mantener los pensamientos del día.

   

    Jaime miró a su esposa y unas lágrimas recorrieron sus mejillas, Adela que lo estaba mirando, sonreía mientras comía.

 

Jaime fué sirviendo y recogiendo los platos de la comida, con cariño atendía a su esposa, han sido cincuenta y tres años juntos, juntos habían pasado muchas penurias, tristezas, disputas y también alegrías.

   

    Muchos años atrás sus cuerpos jóvenes y bellos, se habían abrazado llenos de amor y de deseo, dándose besos apasionados y húmedos, ahora al recordarlo sabe que fué así, pero no logra sentir nada.

   

    (Como pasa el tiempo. Cuando la pareja es joven, vive tan intensamente la realidad que solo tiene tiempo de vivir el momento, los acontecimientos se precipitan a tanta velocidad, que solo se tiene tiempo de luchar y recuperarse del cansancio.

 

Cuando los hijos se hacen mayores, la pareja va recuperando su ritmo, y es el momento de disfrutar de lo conseguido, se hacen viajes, se gastan más dinero en complacerse, se despreocupan un poco de los demás y se preocupan más de ellos mismos, es la verdadera luna de miel de la pareja.

 

Luego llegan unos años de enfermedades, la maquinaria falla, hay que retocarla para que se puedan hacer unos kilómetros más. Esta estapa es dura, ya no se tiene el vigor de la juventud, lo que uno piensa es que está cayendo y en ver como amortiguar la caída.

 

Y llega la vejez, se te olvidan las cosas, no entiendes lo cotidiano, te sigues guiando por tus "cuatro reglas" que conoces muy bién, y que suelen estar obsoletas, los hijos deciden por tí y te vas encerrando en tus recuerdos).

   

    Jaime una vez recogida la cocina ayudó levantarse a Adela, la acompañó a su cuarto y la ayudó a vestirse, Adela no decía nada, confiar en Jaime era lo más natural del mundo.

   

    Unos meses antes los médicos habían diagnosticado un Alzheimer galopante en Adela, habían aconsejado su ingreso en una residencia especial, Jaime convenció a Adela de que eso era lo más conveniente para los dos, y pidió a los médicos acompañar a su esposa, fué aceptado, juntos harían la próxima etapa de sus vidas.

   

    Lentamente bajaron las escaleras de su casa por última vez, el taxi los estaba esperando, llevaban sus "cuatro" pertenencias.

 

Jaime se giró para echarle un último vistazo a la fachada de su casa, dejaban tantos recuerdos en aquella casa, toda su vida estaba allí.

 

Jaime entró en el taxi, (Adela ya estaba dentro), y no pudiendo controlar sus lagrimas, rompió a llorar.

 

Adela le preguntó porque lloraba, y Jaime la contestó: Adela "cariño", lloro porque dejamos nuestra casa, pero te aseguro que estoy muy contento porque estás a mi lado, y espero que no me faltes nunca. 

           

        Saludos para todos.

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