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Margot Matre

LA MOSCA, DETRÁS DE LA OREJA.

Pensando, pensando, estaba una burrita llamada Tota.

Tota, era una burrita de 6 años, vivía en un terreno colindante con el chalet de sus amos, la tenían allí para que fuese comiendo las hierbas que crecían desordenadas por el prado, y también, porque así fardaban mucho ante sus vecinos. 

Tota, tenía tiempo para pensar y darle vueltas a los comportamientos de los humanos que tenía cerca.

El prado donde vivía Tota, colindaba con los de otros vecinos de sus amos, era una zona de chalets, y cada chalet tenía una amplia parcela de terreno.

Tota era incapaz de ver su prisión, ella no se tenía por animal, por el contrario se veía como uno de esos humanos que tenía tan cerca, pero eso sì, libre de tribulaciones, necesidades, y compromisos que habitualmente tenían ellos. 

Gacias al oido desarrollado que tenía Tota, era capaz de escuchar lo que hablaban los humanos, y aunque no entendía todo lo que decían, si percibía por el tono de sus voces, si eran sinceros o no lo eran cuando hablaban entre ellos.

A Tota la maravillaba, el tono angelical y cantarín, con el que muchos humanos se dirigían los unos a los otros en público, y luego en privado esas voces agradables se convertían en verdaderos estiletes, que hasta a ella la hacían daño en los oidos.

Los veía como se espiaban, la envidia que se tenían entre ellos, y también a veces como se metían con ella, (para pagar algún "plato roto" por sus amos), en forma de pedradas que recibía.

Tota veía la cantidad de comida que los humanos tiraban a la basura, tiraban hasta pan, y se ponía mala.

Oía como las personas nunca estaban contentas con lo que tenían, y como en sus frecuentes discusiones, el tema principal era porque: YO lo digo, o porque: YO lo quiero.  

Tota no entendía porque los humanos teniendo todo para ser felices, no lo eran. No entendía porque los humanos siempre estaban compitiendo, (aunque nunca lo reconozcan) con sus vecinos, para ver quien tiene más y mejor.

Un día, un nuevo inquilino vino a su prado, se trataba de un burro viejo que había sido "indultado" del matadero.

Los amos de Tota se habían enterado de que lo iban a sacrificar y lo habían comprado para que hiciese compañía a Tota, y así el pobre burro estuviese feliz los últimos años de su vida, en  paz y tranquilidad.  

Tota se puso feliz de tener compañía, aunque la tenía perpleja la apariencia de su nuevo compañero. 

El burro viejo, la habló largo y tendido, de él y de ella, y aunque la costó reconocerlo, por fín se enteró de que era una burra, de la misma especie que su nuevo amigo.

El burro viejo la contó lo dura que había sido su vida, los tipos de amos que había tenido, a cada cual de ellos peor, los palos que había recibido, y los esfuerzos brutales a los que le habían sometido, y como,... cuando ya no podía trabajar más, lo habían llevado al matadero.

El burro viejo, también dió las gracias por los nuevos amos que le habían comprado, y aunque seguía con la "mosca" detrás de la oreja, estaba contento con ellos.

Tota pensaba mucho, mucho, mucho...no entendía porque ella y el viejo burro tenían que estar encerrados en el prado, cuando los que tenían que estar encerrados en el prado por peligrosos, deberían ser los humanos.

Este pensamiento atormentó durante mucho tiempo a Tota, y aunque se alegraba de su suerte por tener buenos amos, hasta el día de su muerte nunca se quitó la "mosca" detrás de la oreja, de que en cualquier momento podría acabar en el matadero.  

 

            Salud para todas y todos, vuestra amiga Margot.

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